LA ESTRELLA DE SEVILLA

ATRIBUIDA A LOPE DE VEGA / DIRECCIÓN: EDUARDO VASCO

INTERNACIONAL


Compañía Nacional de Teatro Clásico de España

Con: Daniel AlbaladejoJesús CalvoMon CeballosJesús HierónidesJosé Ramón Iglesiasángel Ramón JiménezArturo QuerejetaJosé Vicente RamosFrancisco RojasMuriel SánchezFernando SendinoJaime SolerEva Trancón, Paco VilaViolín barroco: Isaac M. Pulet

Asistencia de dirección: Pilar Valenciano
Asesor de verso: Vicente Fuentes
Diseño de iluminación: Miguel ángel Camacho
Diseño de vestuario: Lorenzo Caprile
Diseño de escenografía: Carolina González

Dirección: Eduardo Vasco





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Una tragedia a la española que narra unos hechos pretendidamente históricos, aunque pertenecientes al granero de las historias que la tradición ha modelado, a través de relatos o romances, y que, de no ser por su traslado a un género literario más perdurable, se habrían perdido. Desarrolla un motivo recurrente, tan antiguo como el teatro mismo: el abuso de poder. Nuestra tradición, ya desde el renacimiento, concede un alto valor a este tipo de temas: el tirano y sus excesos, la legitimidad o la arbitrariedad de las decisiones, la mentira que se va complicando, que va creciendo hasta engullir al propio monarca. En este caso Sancho el bravo llega a Sevilla, donde hay un cabildo fuerte que pacta con el rey: la nobleza de la ciudad permite gobernar al rey mientras este no dañe a la ciudad, esto es, a la justicia, al honor; a sus intereses. Le otorgan la majestad, o, como diría Cicerón: el prestigio y la dignidad de la ciudad. Asistiremos tras esto a la historia de un gobernante sobrado que comete un error y para subsanarlo manipula, asesina y no respeta ni su propia ley.

Hay otros factores importantes que permiten que se desarrolle el juego dramático con eficacia. El destino, en primer lugar, juega un papel importante en todo esto. El destino o lo que los personajes creen que es su destino. Estrella es más que una bella mujer, esa mujer del barroco español que deslumbra, impacta y transforma al hombre que se la encuentra, parece ser el destino en sí misma, un puerto de llegada, una luz al final del túnel del que nadie consigue salir. En segundo lugar el hombre barroco por excelencia, atrapado por una concepción del poder que raya en lo divino, que cumple con su misión honorable por encima de todo, que permite que su vida se arruine ante la obediencia debida; que no va a permitir que la majestad se dañe o disminuya. El honor, tan español y tan barroco, hará el resto; nada se escapa a la mirada certera y abstracta que juzga y castiga.
Eduardo Vasco


Notas:

La Nación por Ernesto Schoo
Rev. Criterio
Artezblai





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