CUANDO LA VIDA ETERNA SE ACABE

DE EUSEBIO CALONGE / DIRIGIDA POR PACO DE LA ZARANDA

EN EL TEATRO

MARÍA GUERRERO


Con Gaspar Campuzano, Francisco Sánchez, Enrique Bustos, Fernando Hernández

Texto e iluminación Eusebio Calonge

Dirección y espacio escénico Paco de La Zaranda

Fotografía Gutierrez y Tamayo
Cuadro de portada G.F Watts La esperanza
Producción y realización Teatro La Zaranda

Dirección Paco de la Zaranda

 

Temas musicales
Plegaria – Marcha popular de Semana Santa
Wachet Auf (Paulus) – Mendellssohn
Wir Setzen Uns Nuit Tranen Nueder (Matthaüs Passion) – Bach

Grupo La Zaranda – España

 

 

 





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ARTÍCULO DE FE Cuando acudía de niño a la Iglesia de mi barrio, San Miguel, recuerdo que con frecuencia perdía el hilo de lo que el cura leía o contaba, me entretenía entonces en mirar el retablo del altar mayor, que más tarde me enteré era de Martínez Montañés, imaginando ya no sé qué historias sugeridas por aquellos ángeles con espadas de fuego, por aquellos condenados que eran rescatados de las llamas o por aquellos santos varones barbados. De vez en cuando las palabras del sacerdote volvían a retumbar en mis oídos y las integrabas en aquella historia que mi imaginación entretejía. No quiero decir exactamente que este sea el valor que hoy le dé al texto en el teatro, pero si que me sigue estorbando la literatura que no confunde sus raíces con las imágenes en el escenario, formando una unidad indisoluble desde el mismo momento en que surgen del sueño a la realidad. Quiero decir que las palabras imprescindibles no son sino aquellas que nos ayudan a construir nuestra propia ensoñación, esas que disgregadas de un fastidioso sermón y elevadas a cifras nos transforman de ser simples espectadores en, milagrosamente, creyentes. Porque pienso que el Teatro necesita de creyentes, en el sentido que hace falta fe para creer lo que se está representando sobre las tablas, como hace falta la misma fe para que un actor sea algo más que alguien que se disfraza y repite unas palabras mejor o peor escritas, mejor o peor declamadas, y pase a vivir del otro lado del espejo donde refleje nuestro destino y sus enigmas. A esto aspiro, al menos, cuando escribo. A que quede algún vestigio para que la idea de infinito pueda ser representada, pueda ser creíble y trascienda la superficialidad de la época, anegada de propuestas estéticas vacuas que le niegan al teatro su razón de ser: El contagio de esa fe, ese Milagro que hace creyentes porque trasciende el propio hecho artístico, y que iguala al autor, al director, a los actores y aun al espectador en la búsqueda de la verdad, una búsqueda que cuando cesa hace que perdamos lo encontrado, el habla del alma consigo misma.





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