Con:
Mariana Richaudeau, Tina Serrano, Santiago Pedrero, Pablo Rinaldi, Jean Pierre Reguerraz, Julieta Ortega, Rafael Ferro
Asistente de dirección: Mónica Quevedo
Fotografía: Gustavo Gorrini
Productor TNC: Justo Rueda
Vestidora: Miriam Hana
Realización escenográfica: Walter Flores, Patricio Sarmiento
Realización de esculturas: Adrián González, Javier Saavedra
Proyección video: Fernando Sicard, Julián González
Asistente de vestidora: Vanesa Abramovich
Asistente de escenografía y vestuario: Natalia Ayalón Bustamante
Diseño de maquillaje: Analía Arcas, María A. Ferreyra
Música original: Chango Spasiuk
Piano: “Poppi” Spatocco
Contrabajo: Juan Pablo Navarro
Voz: Sebastián Villalba
Diseño de iluminación: Ignacio Riveros, Leandra Rodríguez
Diseño de escenografía y vestuario: Julio Suárez
Dirección: Roberto Villanueva
Inmersa en una atmósfera de desencantos, vicios y prejuicios, Las sacrificadas presenta la historia de una madre y su hija. La acción comienza en una casa de la ciudad entrerriana de Concordia, donde se origina el conflicto que acelerará la decadencia y el deterioro, y arrastrará a estas dos mujeres a la selva chaqueña. El amor y la muerte, recurrentes en toda la obra narrativa de Quiroga, también están presentes en este drama.
LAS SACRIFICADAS
Además de hacer al criterio más elemental de política teatral, revisar nuestro repertorio histórico, profunda y desprejuiciadamente, es una práctica que, entre muchísimas sorpresas agradables, puede proporcionarnos, de tanto en tanto, alguna obra mayor olvidada.
Que “Las sacrificadas” lo sea, es la íntima convicción que impulsa esta experiencia. Se trata de un drama de Horacio Quiroga, escritor de dimensión universal, irregular, sombrío, extravagante, frecuentemente genial y, pensamos, que el desconocido dramaturgo no desmerece al narrador del que Cortazar afirma que“figura entre los autores capaces a la vez de escribir tensamente y demostrar intensamente”, ya que, precisamente esa tensión extraordinaria, ese conflicto entre medio ambiente, valores establecidos, carácter, y la inquietante atmósfera de repulsión-fascinación emparentada con el amor y la muerte, dotan a la pieza de una irresistible y trágica teatralidad.
Con “Los muertos”, de Florencio Sánchez, constituyen las experiencias más radicales de teatro naturalista producidas en el Río de la Plata. En consecuencia la obra progresa, sobre todo, a impulso del acabado dibujo psicológico y también fisiológico de los personajes, especialmente en el de Julia, espejo desnudo de miserias, sexismo, represión y egoísmo que alcanza su metáfora más brutal en “la enfermedad social” y en sus consecuentes episodios de dependencias, crisis y degradación moral, pero también en los de Lidia y Nebel, quienes, sin que importe la intensidad de su pasión, están determinados por la misma hipocresía, falsos valores y vicios que los victimizan. Ellos pagan con inusitada crueldad las taras de sus respectivos orígenes, los prejuicios, las culpas y las mórbidas herencias y, sobre todo, sus incapacidades constitutivas de subversión. Como Zola en la modélica Thérese Raquin, Quiroga registra, clínicamente, una física del remordimiento por la felicidad y la inocencia perdidas y, sobre todo, por la sistemática corrupción de un gran amor. El tardío y patético gesto de los amantes en el Chaco, con su trasfondo de pura y lujuriosa naturaleza en la que se pierden las nociones de civilización, sociedad o historia, debe mirarse, como muchos otros exilios del autor de “Los desterrados”, como una voluntad de negar el transcurrir del tiempo y de sustraerse al vértigo de la muerte.
“Las sacrificadas” fue estrenada por la Compañía de Ángela Tesada, en el Teatro Apolo de Buenos Aires, el 17 de febrero de 1921 (año de “Anaconda”). Contra lo que suele afirmarse, no se trata de su única experiencia dramática, existe una petipieza, “El Soldado” llena de ironía y teatro..
Alberto Wainer
13/4/04