MARTÍN FIERRO

DE JOSÉ HERNÁNDEZ. ADAPTACIÓN DE JOSÉ GONZÁLEZ CASTILLO / DIRECCIÓN ELÍAS ALIPPI

ARCHIVO


Con:

Aníbal Abrodos, Luis Arellano, Alberto Barcel, Francisco Barletta, Félix Barrionuevo, Guillermo Battaglia, Pedro Bibé, J. Pérez Bilbao, Antonio Citro, Miguel Coiro, Alberto Candeau, José de Angelis, Alberto de Salvio, Ramón Espeche, Miguel Faust Rocha, Jorge Ferrara, Luis Fagioli, Jorge Ferrara, Niní Gambier, Maruja Gil Quesada, Pilar Gomez, Santiago Gomez Cou, Saúl López Figueroa, Juan Macchi, Torres Maure, Raúl Merlo, Mario Nervi, Pablo Piazza, José Quiroga, Enrique Sanisterra, Vicente Sassone, Rafael Scuri, Enrique Serrano, Italo Sportelli, Pedro Zanetta
Regisseur: Enrique Duca
Música: Isidro B. Maizategui
Guitarra solista: Abel Fleury
Canciones por: Elida Lacroix, Trío Hermanos Abrodos
Bailes: Haydee Rodríguez,  Ramón Espeche
Escenografía: Gregorio Lopez Naguil
Peluquería: Salerno y Garrido

Dirección: Elías Alippi





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(Del programa de mano)

Martín Fierro“, el inmortal poema de Hernández, es justamente considerado como una de las obras fundamentales de nuestra literatura. Más de lo que pueda decirse de ella, al recordarla, puede interesar lo que dijo el propio autor al decidirse a editar el poema. He aquí, pues, algunos párrafos de la carta que, con tal motivo, escribió José Hernández a su amigo José Zoilo Miguens: “Me he esforzado, sin presumir haberlo conseguido, en presentar un tipo que personificara el carácter de nuestros gauchos, concentrando el modo de ser, de sentir, de pensar y de expresarse que le es peculiar; dotándolo con todos los juegos de su imaginación llena de imágenes y colorido, con to-dos los arranques de su altivez, inmoderados hasta el crimen, y con todos los impulsos y arrebatos, hijos de una naturaleza que la educación no ha pulido y suavizado. Quizá la empresa habría sido para mí más fácil, y de mejor éxito, si sólo me hubiera propuesto hacer reír a costa de su ignorancia, como se halla autorizado por el uso en este género de composiciones; pero mi objeto ha sido dibujar a grandes rasgos, aunque fielmente, sus costumbres, sus trabajos, sus hábitos de vida, su índole, sus vicios y sus virtudes; ese conjunto que constituye el cuadro de su fisonomía moral y los accidentes de su existencia llena de peligros, de inquietudes, de inseguridad, de aventuras y de agitaciones constantes. Y he deseado todo esto, empeñándome en imitar ese estilo abundante en metáforas, que el gaucho usa sin conocer y sin valorar, y su empleo constante de comparaciones tan extrañas como frecuentes; en copiar sus reflexiones con el sello de la originalidad que las distingue y el tinte sombrío de que jamás carecen, revelándose en ellas esa especie de filosofía propia, que sin estudiar, aprende en la misma naturaleza; en respetar la superstición y sus preocupaciones, nacidas y fomentadas por su misma ignorancia; en dibujar el orden de sus impresiones y de sus afectos, que él encubre y disimula estudiosamente; sus desencantos, producidos por su misma condición social, y esa indolencia que le es habitual, hasta llegar a constituir una de las condiciones de su espíritu; en retratar, en fin, lo más fielmente que me fuera posible, con todas sus especialidades propias, ese tipo original de nuestras pampas, tan poco conocido por lo mismo que es difícil estudiarlo, tan erróneamente juzgado muchas veces, y que al paso que avanzan las conquistas de la civilización, va perdiéndose casi por completo”.





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