NO ME DEJES ASÍ

CREACIÓN COLECTIVA / DIRECCIÓN ENRIQUE FEDERMAN

EN EL TEATRO

MARIA GUERRERO


Con:
Cesar Bordón, Néstor Caniglia, Claudio Martínez Bel, Eugenia Guerty

Fotografía: Analía Markarian
Diseño de iluminación: Gonzalo Córdova
Diseño de vestuario: Marta Albertinazzi

Dirección: Enrique Federman





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Antecedentes

Así como el espectáculo Perras propuso una investigación teatral acerca de algunos aspectos de la bestialidad, en esta oportunidad el equipo acerca una nueva propuesta de investigación enfocada hacia mecanismos de actuación que permitan el traspaso de una situación de alto dramatismo hacia la comicidad plena.

Síntesis argumental

En tanto aguardan una resolución que no llega, cuatro personajes unidos por una historia común se agitan en una multitud de conflictos cruzados, de viejos rencores y deudas sin resolver. Nunca se sabe cuáles. Nunca se entiende porqué, la angustia que los tiene entre el ahogo y las lágrimas. Refieren en sus encontronazos a fragmentos de vida, experiencias compartidas que en su segmentación apenas alcanzan a constituir sentido.

Propuesta estética

Resulta siempre fascinante esa delgada membrana que suele dividir lo sublime de lo ridículo. Gastón Bachelard lo define con contundencia: Sobrecargue una metáfora y se volverá un chiste vulgar. Quítele precisión a un chiste vulgar y se volverá una metáfora. Nuestro espectáculo No me dejes así, es un intento de trabajar en ese límite nunca demarcado, en esa línea que como toda frontera divide vulgarmente dos territorios muy diferentes. Quienes hacen poesía intentan alejarse lo más posible del peligro de esas imágenes sobrecargadas al borde del ridículo. Y quienes hacen humor escapan también bien lejos de toda sutileza, pero hacia ese terreno más mediterráneo de la farsa. Pero qué pasa cuando el viajero se para con un pie en un territorio y otro en el vecino. O cuando hace equilibrio en la línea de frontera. Tantas veces mirando una situación dramática sentimos que hay en ella algo inexplicablemente hilarante. En eso consiste nuestra búsqueda. La situación es convencionalmente trágica: la enfermedad, la internación, el espacio triste de una sala de espera (no hay otro más triste) en un hospital tal vez. Aguardando una resolución que no llega, cuatro personajes unidos por una historia común se agitan en una multitud de conflictos cruzados, de viejos rencores y deudas sin resolver. Nunca se sabe cuáles. Nunca se entiende porqué. La angustia que los tiene entre el ahogo y las lágrimas. Refieren en sus encontronazos a fragmentos de vida, experiencias compartidas que en su segmentación apenas alcanzan a constituir sentido. Vagamente. El texto no tiene aquí importancia alguna ya que a diferencia de una obra convencional no es portador de argumento alguno, no arma en la cabeza del espectador más que una música sin letra. Esa es su función y transcribirlo aquí sería una contradicción -y sumiría al lector en el desconcierto- ya que el verdadero discurso de la pieza se registra sobre ese otro soporte tan inestable e inapresable en registro alguno que es el cuerpo del actor. Buscamos un humor invisible. Una gracia que surja de lo inexplicable y haga dudar a cada momento sobre su condición de tal. Buscamos que lejos del natural distanciamiento que propone siempre la actuación del cómico, nuestros actores transiten por el realismo más vívido, más comprometido y más conmovedor. Pero que el resultado sea la risa. Cómicos llorando con verdad stanislavskiana. Y con esas lágrimas auténticas haciendo -paradójicamente- reír.





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