Cuando nacía nuestra Patria, el territorio era todavía un inmenso páramo despoblado. Ser patriota era sumarse a una lucha con armas, eligiendo entre dos modelos de país; el que buscaba someterlo a intereses extranjeros, o el que se jugaba por la independencia.

Manuel Belgrano lo dice en estos términos: “La vida es nada si la libertad se pierde. Esta paz tan estimable se compra al duro precio de la sangre y de la muerte. Si el hombre, por su naturaleza, aspira a lo mejor, no entra en razón mientras no padece. No hay punto medio entre salvar a la patria o morir con honor. El miedo sólo sirve para perderlo todo.”

Pequeño estado de gracia cuenta la historia de una familia que ha perdido a su padre en la guerra, acoge a un soldado de la patria que vuelve vencido de Ayohuma. Para los tres se cristaliza un modesto estado de felicidad, un estado de gracia que podría durar para siempre. Pero nada es para siempre. Un capitán del ejército patriota, encuentra a este soldado, y entonces sabremos que no es un soldado común.

La historia es aquí un marco de referencia. La acción es, como debe ser, pura ficción, invención de autor, y acaso metáfora de esos dos modelos de país que desde entonces nos marcan.

Hugo Urquijo