PINOCHO

DE CARLO COLLODI. ADAPTACIÓN DE LUIS RIVERA LÓPEZ / DIRECCIÓN LUIS RIVERA LÓPEZ

EN EL TEATRO

MARÍA GUERRERO


Con:
Hugo Dezillo, Mónica Felippa, Diego Ferrari, Mimí Rodríguez, Sergio Rower, Marina Svartzman, Soledad Vidal
(Grupo Libertablas)

Realización integral: Taller de Libertablas (Dirección general: Rosa Leo y Jorge Crapanzano)
Realización de mecanismos titiriteros: Ricardo Garrido
Realización de vestuario: Mónica Navarro
Preparación vocal: Carolina Valcarcel

Asistente de dirección: Andrés Manzoco

Director ayudante: Gustavo Manzanal
Producción ejecutiva: Sergio Rower
Música original: Jorge Valcarcel
Arreglos y orquestación: Alfredo Seoane y Jorge Valcarcel
Coreografía: Dora Vidal
Diseño de vestuario, escenografía y títeres: Magda Banach

Dirección: Luis Rivera López





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Se trata de una adaptación muy libre y novedosa del clásico texto de Collodi. Narra la historia del muñeco de madera que cobra vida gracias al trabajo y al amor del carpintero Gepetto. En la puesta de Libertablas, el célebre muñeco se entremezcla con títeres que parecen actores y con actores que parecen títeres, desplegando sus aventuras en el marco de una gran producción que no desdeña el suspenso y la comicidad, pero hace pié en la emoción y la profundidad como elementos fundamentales de comunicación.

La creación artística y específicamente titiritera, la importancia del estudio, el crecimiento, la diferencia entre la verdad y la mentira, la crítica a la idea de que el dinero es fuente de toda felicidad, y muchos otros, son los clásicos temas que aborda esta historia. Y los títeres son los protagonistas. Los muñecos se acercan a nuestro humano universo, y al muñeco Pinocho le toca descubrir que no todas las personas son tan personas, ni todos los títeres serán siempre títeres. Como todo clásico (y es éste un clásico infantil), Pinocho ofrece múltiples lecturas. Hemos elegido la que más nos acerca a él: la del actor, la del titiritero. La de todos los que, desafiando un mundo hostil e indescifrable, infundimos con un tesón casi absurdo, nuestra propia alma a un personaje ajeno, y así, dando alma a la materia y forma a la fantasía, nos sentimos dueños de ese momento en el que la magia sucede, fruto del trabajo, y somos, por un rato, Gepetto.





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