Comedia en 2 partes (la primera dividida en tres cuadros)
Original de OSCAR WILDE / Versión escénica de ROBERTO A. TALICE / Sobre texto castellano de J. GOMEZ DE LA SERNA
Con: Omar Aranda, Rosa Bellini, Michele Bonnefoux, Carlos Borsani, Fanny Brena, Mario Giusti, Alfredo Iglesias, Gianni Lunadei, Iris Marga, Rafael Rinaldi, Esteban Serrador, Mercedes Sombra, Elisa Stella, Blanca Tapia
Apuntador: Luis F. Sperzagni
Maquinaria Teatral: Bautista Zinetti
Asistente de Dirección: Arítides Mottini
Escenografía y Vestuario: Luis Diego Pedreira
Realizador escenográfico: Américo Cárdenas
Realizadora de vestuario: Inés Gutierrez
Iluminación: Alfonso F. Varela
Utilería: Ottonello
Peluquería: Marziano
Dirección: Esteban Serrador
(del programa de mano)
En la época de su mayor opulencia creadora, de sus éxitos más clamorosos, de la plenitud de su espíritu y más afamado auge de su dandysmo, cuando el propio Oscar Wilde se auto-titulaba “rey de la vida”, fue estrenada el 19 de abril de 1893, en el teatro Haymarket, “Una mujer sin importancia”, que el autor dedicara a Gladys, condesa de Grey. Por uno de sus protagonistas, lord Illingworth, el autor autobiografía su mentalidad caústica, su ingenio incisivo, su actitud demoledora, su estética paradojal. Poco tiempo después, quien fuera conversador sin par, poeta singular, narrador y novelista excepcional, comediógrafo aclamado, inauguraría su era de escándalo y de martirio. Fue genial en su ingenio y llevó su genio a la máxima ingeniosidad. Quien afirmara que “la misión de la crítica es educar al público y la del artista educar a la crítica” pronto tendría que rendir cuentas ante la sociedad y el medio que él anatematizó y ridiculizó. Y así fue cumplida la extraordinaria parábola de su vida cuya etapa culminante fue el éxito de “Una mujer sin importancia”. Quien naciera en la fastuosa residencia del número 21, de Westland Row, en Dublín, había de morir en el modesto cuarto del “Hotel d’Alsace”, en París. Estudiante de Oxford, amigo de Sarah Bernhardt, de Verlaine y de Coquelin, admirador de Balzac, retratado por Tolouse-Lautrec, tuvo por amigos al nefasto lord Alfredo Douglas y a los muy leales Ross y Harris, a sus pares en gloria Víctor Hugo y Daudet, André Gide, Walt Whitman y Bernard Shaw. Bien pudo decir en la ufanía de su deslumbrador cinismo: “Puse todo mi genio en mi vida y sólo mi talento en mis obras”.
ROBERTO A. TALICE